Ocho claves muy sencillas para conseguir que una página web sea rentable. Aunque cada proyecto es diferente estos conceptos han sido probados sobradamente. Lo difícil es llevarlos a cabo, pero si ni siquiera se tienen en cuenta, mal vamos.
1.- Saber a quién va dirigida
Hasta que no sepamos cuál es nuestro público potencial será difícil que enfoquemos correctamente la web, ya sea en su concepto gráfico (colores, tipografías, aspecto general) como en sus características técnicas (software a utilizar, textos, contenido, estructura, menús, estrategia de motores de búsqueda) y en el contenido.
Tu público tiene unos gustos, un rango de edad, quizá un ámbito geofráfico, unas expectativas. Cierra un poco el abanico de tipos de personas a los que te diriges y serás mucho más eficiente. Porque él o ella también te está buscando a ti.
2.- Saber qué queremos conseguir con la web
Está claro que la web es, en principio, un medio de comunicación entre empresa y cliente o entre un profesional y su público. Pero esa comunicación tiene matices y el objetivo final puede ser distinto a simplemente comunicar. ¿Queremos dar a conocer un producto, explicar sus ventajas, aportar prestigio a una persona, vender a público final un producto físico, una formación, una comunidad, reunir datos de personas que estén interesadas en nuestro proyecto para poder hacer campañas de email marketing?
Normalmente esto como profesionales lo solemos tener algo más claro, pero aún así no está de más analizarlo.
3.- Tener claro cuánto nos queremos gastar
La respuesta más frecuente es «lo menos posible». Claro. La cuestión es cuánto necesitamos gastarnos para que la herramienta (pues eso es un sitio web, una mera herramienta) funcione. Supongamos que hemos resuelto apoyarnos en una de las muchas páginas gratuitas que se venden por ahí. El coste es cero pero el resultado ¿cuál será? Sí, sabemos arrastrar los elementos de diseño y poner textos y fotos, y pulsar guardar. Es muy sencillo. Pero, ¿hacer una página web es juntar unas fotos y unos textos tipo? ¿Leeríamos un periódico si estuviese maquetado por un aprendiz que no supiera las reglas del diseño editorial y los textos estuvieran redactados por aficionados que no manejan el idioma con soltura o no saben dónde conseguir una información? ¿Bastaría una apariencia regulona de ese periódico para que lo comprásemos en el kiosco?
Es muy tentador no gastarse un euro y tener ante nosotros un página más o menos aparente, con su logo, sus fotos, sus colorines y sus textos (los que se nos han ocurrido con toda nuestra buena intención). De esa sensación que obtenemos viven las empresas que se dedican a comercializar estos productos. De una cierta satisfacción que, en la mayoría de los casos, no se traduce en eficacia comunicativa o en conversión de ventas.
El fracaso, tan frecuente, es tanto más inexplicable cuando vemos el monto de la inversión que necesita una página web profesional, que es bastante asequible. Lejos de ser un simple gasto, es una inversión que, cuando está bien hecha, produce beneficios a medio plazo y se amortiza en, como mucho, dos o tres meses de negocio en funcionamiento.
Si nuestro producto es único y su atractivo comercial definitivo es posible que cualquier página sirva, incluso una gratuita. Lo difícil es encontrar un producto con esas características. Para el resto de productos, planteémonos cuáles son nuestras aptitudes reales para diseñar una web. Luego tengamos en cuenta otras cuestiones que se esconden tras determinados contratos web: la propiedad y la accesibilidad al dominio (miempresa.com), las condiciones para modificar el contenido, la publicidad que lleva o la impresión que damos al cliente cuando aparece la marca del portal gratuito. No nos extrañemos si al intentar trasladar la web a otro lugar, resulta que nos cobran una cantidad abultada. Y por último, calculemos cuánto tiempo podemos dedicar a la labor de diseño, redacción, fotografía y demás labores que realiza un diseñador. ¿Un día, dos, tres, una semana? ¿Qué avances podríamos conseguir dedicando ese tiempo a conseguir clientes o a otros aspectos para los que estamos mejor preparados?
4.- Diseñarla de la forma más sencilla posible
Sí, la originalidad está muy bien, pero los experimentos a veces se pagan caros. El usuario tiene que entender qué le pedimos que haga en dos o tres segundos. Si es hacer clic en un botón de saber más o de comprar, pues que el botón se vea bien, el texto se lea bien y esté todo a primera vista, distinguible y sin que dé lugar a dudas.
De lo anterior podemos concluir que debemos decirle al usuario qué hacer, guiarle hasta nuestro producto o servicio, de manera entretenida y clara, divertida.
El diseño tiene muchas funciones, es muy necesario: estructura la información para hacerla más entendible y establece unas jerarquías desde lo menos importante hasta lo principal. Es agradable a la vista y a la mente, y nos dice mucho de la imagen de la empresa. Debe ser coherente con el texto. Por ejemplo, si los textos son muy formales y el diseño es una locura, parecerá todo raro. O al revés.
Necesitamos que el diseño contenga imágenes buenas, atractivas y relevantes, ni muchas ni pocas.
5.- Cuidar al máximo el copywriting
El copy es el texto. Ya no vale poner «lo que los demás ponen», «lo que se suele poner en estos casos», o «cualquier cosa». No. Si aburre, no vale para nada. No empecemos con «nuestros productos son de la máxima calidad y estamos a su servicio…». El usuario va a dejar de leer en ese mismo instante.
No se trata de que el público no lea en Internet. No lee bodrios. Si el texto tiene gancho, emoción, interés, información relevante y alguna que otra historia o chiste medianamente bueno, a lo mejor tenemos muchas posibilidades de enganchar y convertir.
6.- Que sea responsive
Y con responsive quiero decir que se vea perfectamente en móviles. Que esté adaptada a los dispositivos más pequeños igual que a los grandes, pero primero a los móviles. La gran mayoría de las visitas entrarán a través de un móvil inteligente.
Aquí podríamos incluir una lista de cuestiones técnicas: buen funcionamiento del servidor donde está alojada la web, carga rápida de la página, imágenes y código optimizado para móviles, etc.
7.- Que el producto o servicio sea interesante y útil
Esto es evidente pero hay veces que no se cumple. Si el producto no interesa a nadie, o no tiene demanda, por muy bonito que lo vendamos no vamos a tener demasiado éxito.
En el caso de productos o servicios sin demanda, siempre podemos explicarle al usuario por qué «necesita» nuestro producto. De nuestra maña en esa misión dependerá que el usuario siga leyendo y se lo plantee.
8.- Mantenerla con diligencia
Es fundamental no abandonar la página, implicarse en sus contenidos, en la calidad de los mismos, en mantenerla siempre viva y evolucionando junto con nuestra marca personal, pequeño negocio o empresa. Algunas empresas se enfocan mucho en conseguir una web digna pero luego, pasado el primer mes, la abandonan.